A el fueron los días de divinidad floral
y se bañaba en ella, la acariciaba.
Adormecido por su olor que el desacuerdo envolvía
y una edad contradecía ese fruto divino.
Es sus pieles blancas el furor dejaba manchas
y sus manos de pliegues finos entre ella se dormía.
Sus caderas aprendían se morían,
las mordían.
y las gotas que caían en sus pechos eran gratis
se reían, se comían.
Y el sonido de sus labios que gritaban
los ceñía, los fundía.
A Tus Cibeles
Octubre, 2013
Lu Quercia
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